Poemas



25 jul 2009

El Olvido que Seremos (Hector Abad Faciolince)



Me queda difícil medírmele a una novela que tiene marcado en su portada en grandes letras “veinteava edición”, como quién dice, vamos “peterete” cómprame y haz como los otros. Y sigo ese principio con mucho dogmatismo, como en muchos otros campos. Pero resulta que me quede sin lectura al final del rodaje y Vincent había acabado la suya. En una pasada por Bogotá él había ido a la Lerner para pedir consejo sobre un libro colombiano interesante y de escritura amena. Le recomendaron Demasiados héroes de Laura Restrepo y El Olvido que Seremos de Hector Abad Faciolince. El consejo fue muy sesudo. No sólo Vincent se pegó al libro durante unas semanas; el libro acabó pegándose a mí durante todo el vuelo de regreso a Bruxelas. Al llegar llamé a mi papá, que se mantiene con una alergia bastante comprensible a toda esta “paisidilla”, que la lectura de El Olvido que seremos se le hacía obligatoria si quería seguir hablando con su hijo y, además, si se decía tan seguidor de Carlos Gaviria, uno de los amigos del padre del autor. Porque ave maría, no todo puede ser arepa y orgullo nacional en la tierra del frijol…

La labor de Faciolince es bien difícil: remontar el dolor y la rabia que le producen el asesinato de su padre a manos de los paramilitares para poder acercarse al lector por un camino distinto al del trillado, comprensible y publicitado odio.

Disfruté con la mirada cariñosa de un padre que tiene razones de sobra para ser amado. Muchas veces sentí que habían trazos comunes con mi percepción de niño y supuse que el secreto de la locura militante de nuestros padres era su idealismo caluroso, contradictorio tal vez con la orden maoísta de abandonar la ciudad o el postulado izquierdista que obligaba a abandonar la familia, núcleo de la organización burguesa. Porque finalmente la ideología no es otra cosa, en este caso, que una postura ética mínima: ponerse en el lugar del otro. Y los dilemas lenino-marxistas-troskos se los deja uno a quién no tiene más oficio.

¿ Por qué un humanista tiene que aceptar el martirio en nuestro país ? El libro tiene el valor de hacer esta pregunta de frente. En lugar de perderse en un fácil y esperado elogio sin límite del padre, se escucha muchas veces la voz del hijo pidiendo mesura al compromiso sin estribos de su padre. Porque finalmente ¿ Todo eso para qué? ¿ De qué sirve tanto sacrificio ?

No hay respuesta. Imposible. Cada asesinado cree hasta el último segundo en su suerte para poder cambiar la de los demás.

Hay pequeños momentos en que la novela se repite o se estanca. El punto de vista del hijo no siempre es fácil de manejar, a veces se construye como el repaso personal hechos dolorosos del pasado y el lector no sabe con certeza dónde está “el ahora” de la narración. Pero la escritura es fluida y afortunada, sin obstáculo insalvable.

Un gran homenaje al padre.

Un padre que dejó de vivir por tomarse muy en serio lo de la salud “pública”, la inquietud por los demás.

Me gustaría saber qué piensa mi primo Jairo de la novela. Él es un gran médico, generoso y paciente, que hace de todo para ejercer su profesión sin que lo “privado” de las EPS lo asfixie. Y si alguien tiene una cadera en mal estado no duden en acudir a él. También es un gran médico generalista, pero la fila que le hace mi familia cada vez que nos reunimos es demasiado larga para ponerse esperar. Yo todavía estoy esperando a que me solucione una verruga...