Poemas



20 sept 2012

Garganta


Dicen que estos cerros
Son boca que traga entero.

Jóvenes de bozo reciente,
Sin tiempo para cicatrices;
Niñas de piernas cortas
Que empujan vientres hinchados;
Viejos provenientes de antiguos silencios
Riendo sin muelas por lo bajito;
Hombres luchando contra el moho,
Con mangas que aún enmugra la tierra que abandonaron;
Mujeres que levantan casa con papelitos
Mientras cuecen sus sancochos sobre piedras.
Hasta perros, ladrando sin levantar cabeza,
O loros grises a los que ya no molestan jaulas.

En una indigestión sin fin van cayendo,
Todos.
Ni la roca guarda su memoria.

¡Esas casas son dientes!
Y el olor que inunda la sabana
Puro aliento de monstruo.
Desesperado,
Rabioso.

Pero se sabe:
El infierno sólo es un paisaje
Pintado desde muy lejos.

Ninguna bestia tolera cercanía.

Un día,
En nuevas botas de caucho,
Subes por los caminos sinuosos del barro,
Invitado.

La lluvia, haciendo riachuelos por los lados,
No modifica el andar de las mujeres
Ni logra ensuciar sus zapatos de domingo blanco.
Mientras ellas lanzan piropos
Sus hombres les riegan flores
Y los hijos, en paseos de esquina a esquina,
Andan más elegantes que los abuelos en sus mejores fotos.

Arriba hay un árbol al que nombran sonrojándose,
Testigo solitario de prohibidas citas.
A él deben su existencia
Varios de los niños lanzadores de trompos
Que ahora dan vuelta entre sus raíces.

De abajo vienen cables de luz, caprichosos,
Y antes de pasar de largo,
Se dejan colgar cometas
Y hasta un par de zapatos de marca
De alguien que ya no quiere bajarlos.

Cada casa trae su tinto,
De un grano molido que apenas oscurece a la panela.
Mientras lo tomas aprendes por sorbos:
Aquí los secretos sirven para poco.

Saliendo te encuentras con un joven de nombre griego
Que enseña a sus amigos de cuadra
Las pericias informáticas aprendidas
En esa distante universidad
Que refleja allá el sol cayendo a nuestra espalda.    

Te cruzas entonces con esa mujer
Que resume todo el país en su belleza:
Te clava su mirada por segundos,
Con ella has bailado desde siempre.

Vuelves,
Varias veces.

No falta la tarde,
En que un joven de capucha oscura
Te recuerda, en voz disfrazada,
Que en estos cerros la violencia no es puro cuento.


Septiembre 2012

25 mar 2012

Un encuentro

Me lo soñé, hermano,
Cayendo desde el cielo.
Feliz, pasando entre las nubes
Con un paracaídas amarillo
Sin abrir.
Me le acerqué, no sé cómo,
E intenté hablarle.
No sabía que practicara el salto.

Al verme su expresión cambió.
Me dijo que andaba afanado.
Quería llegar al patio de su casa
Antes que cualquier otro de su familia
Para convertir la tela extendida del paracaídas
En esa bola diminuta que cargaba ahora en la espalda
Y poder esconderla en alguna parte del armario.

No quería que supieran
Lo que hacía de sus tardes.

¡Qué mal llegaba yo!

No supe qué hacer.
Pensaba en prometerle un silencio total,
Pero noté que la confidencia lo molestaría aún más:
Me daba justo ese derecho
Que luchaba por quitar a los demás.

Entonces aceleró y se perdió allá abajo,
Dejándome con esa frase,
Que aún hace flores en mi cabeza,
Dicha con una boca tan distinta a la suya.

«Me cansé de ser generoso».

Buscándolo entre el paisaje, inútilmente,
Traté de entenderlo.
Le deseé, mi hermano,
Que disfrutase al máximo sus saltos solitarios.

Marzo 2012