Poemas



5 jul 2015

Ya no estaba allí

Al despertar,
Del sueño guardo
Un cuero viejo de elefante.

Vi bailar, una vez,
Un grupo inquieto de mujeres desnudas.
Todas me miraban de soslayo.
Sus sensuales movimientos me parecían dirigidos,
Pero no estaba seguro.

Sentado,
No sabía qué hacer,
No sabía qué autorizarme a sentir.
Cuando la angustia me llevaba
Una dulce voz susurró al oído: “tranquilo Nico”
Me volví para descubrir su cara:
Hermosa mujer, de cabello negro en capul,
Grandes ojos rasgados, llenos de inteligencia, penetrantes.
Jugaba delicadamente con su mano entre los labios,
Sin artificialidad.
Esperaba mi reacción a sus palabras.
Me enamoró.

Desperté.

Su figura me acompañó durante semanas.
Cerraba los ojos y ahí estaba,
En la misma pose,
Esperando.
Era un sueño que duraba.
De tanto rememorarlo comenzó a gastarse.
Traté entonces de no pensar mucho en ella (que ya existía)
Pero fue inútil.

Hoy la recuerdo desde afuera.
A veces la veo pasar la calle,
Otras muchas se esconde
En la bella mujer que me mira despertar
Desde todas esas noches felices
Que hoy hacen quince años.

Sueño premonitorio entonces
¿Quién sabe?

Ayer descubrí, desde la cima de una montaña
Un hombre subiendo
Con las manos en la cabeza
Imitando los cuernos de algún animal,
Toro, quizás alce.
No podía escuchar el ruido que hacía.
Daba largos, lentos pasos
Y reía.
Lo hacía para divertir al pequeño grupo que lo seguía,
Una niña, un niño y una mujer.
La miré bien, me recordaba alguien.
Era mi madre.
Volví a mirar rápidamente a los niños que la precedían:
Era mi hermana, era yo.
Entonces, ese hombre era mi padre.
Lo miré bien.
Es cierto, pensé,
A mi padre le gustaba hacer de payaso.
Como lo intento hacer hoy yo.

Me eché a llorar.

Estaba lejos de ese momento inexistente.
Lejos de mi padre,
Lejos de mi infancia,
Y no tan capaz de jugar el mismo juego
Frente a mis propias hijas.
Muchas cosas me hacían falta.

Desperté con la garganta seca.
La mujer de mi otro sueño dormía al lado.
Quería contárselo,
Pero no me atreví a despertarla.