Poemas



27 sept 2016

Apocalipsis

Ayer, en una primera larga noche del verano,
El sol se acostó derramado.
Desde ese vórtice absoluto,
Pantalla conectada a todo y nada del computador,
Logré levantar cabeza
Y descubrí, por las ventanas de la calle y del jardín,
Una extraña luz amarilla comiéndose de adentro todas las cosas.

Lentamente y mirando al cielo salí.
Una nube delgada y extensa, pero parcial,
Reflejaba los rayos dorados de un sol cayendo más allá del horizonte.
Todos los colores estaban quebrados,
En la asfixia misma de una terrible impresión de calor.

La realidad se me hizo espectral.

Inmóviles, la pareja de conejos y sus tres críos,
Esperaban algo mientras me apuntaban
Con esos cinco pares de ojos,
Negros y brillantes
Que siempre quieren decir algo,
Vaya a saber quién qué.

No había un solo ruido,
Ni tranvía, ni carros, ni insectos,
Todo había desertado.
Hasta las palomas, grandes y grises,
Se agarraban temblorosas de la misma rama.

Entonces,
Sobre el techo de una casa al frente
Vi tres personas fascinadas como yo,
Sentadas en una quietud animal que me contagió.

Contemplábamos la progresión amarilla del silencio
En medio de la oscuridad tardando en llegar.

Pensé en mis hijas que ya dormían en su cuarto
Y en Manon, sentada en un tren.

Sentí que era el fin del mundo
Y que todos lo sabían menos yo.